El miedo a ser feliz
De todos los miedos que tenemos, hay uno que muchas veces está por encima y origina los otros o, por lo menos, les da más fuerza para permanecer aferrados a nuestra vida: el miedo a ser felices.
Aunque parezca contradictorio, porque lo que queremos en la vida es buscar nuestra felicidad, es justamente eso de lo que nos alejamos, tantas veces, que ya nos acostumbramos a estar lejos.
Por ese miedo a ser felices permanecemos en los lugares seguros, en los dolores conocidos, en los conflictos aprendidos, en las desilusiones y las desesperanzas acostumbradas. Por ese miedo a ser felices nos saboteamos una y otra vez, nos encargamos de bloquearnos y oscurecernos los caminos que pueden llevarnos a un lugar mejor. Ese miedo a ser felices nos lleva a quedarnos con la vida que nos tocó, así no sea la que más nos gusta.
Piensa en cuántas veces te atrapan las creencias limitantes o el desgano ante el camino que se abre para ti; cuántas veces te empeñas en repetir los mismos caminos que sabes te llevarán a mantener las heridas o a tener unas nuevas; cuántas veces cuando parece que todo está listo para lo que quieres no resulta; cuántas veces te conformas con que te vaya bien en algún aspecto y justificas que en los otros no; entre muchos ejemplos.
Algunas de las causas para el miedo a ser felices y la manera de trabajarlas son:
El lugar seguro
El lugar seguro no siempre es el mejor, pero es al que estamos acostumbrados y muchas veces lo preferimos, así no sea el mejor, en lugar de lanzarnos a la vida.
Este lugar puede ser la vida que nos tocó, el amor difícil pero seguro, la permanencia de las creencias limitantes, las herencias familiares, entre otros.
Desde ese lugar seguro nos reconocemos y nos reconocen. Ya sabemos “quienes somos” y lo que “debemos hacer”. Pero como el lugar seguro suele no ser el mejor, la tarea inmediata es identificarlo y asumir las riendas de la vida, dejar el piloto automático. Ser responsables de nuestra vida es permitirnos ver otras posibilidades, caminos diferentes, formas de vivir cercanas a nuestros deseos y nuestros sueños.
La traición a los ancestros
Ser más felices que nuestros padres, alguno de ellos o algún ancestro, puede ser tomado de forma inconsciente como una “traición”. Desde el amor de hijos nos hacemos leales a las historias trágicas de nuestra familia y superarlas a veces nos hace sentir culpables.
Es como si al superar las lealtades y buscar una mejor vida hiciéramos algo que está mal. ¿Cómo puedo ser feliz y abundante, si mis padres no pudieron serlo?, ¿cómo no tener las misma vida sacrificada de mi papá?, ¿cómo tener un buen amor si mis padres no lo tuvieron? Estos son algunos ejemplos de los enganches a las historias familiares que hacen que nos aliemos a ellas y nos sintamos traidores si hacemos algo diferente.
Sobre esto, no olvides que la razón por la que tu papá y tu mamá sirvieron de canales para tu vida es solo una: que sea feliz. Es la única lealtad posible con ellos y con todos los ancestros.
Las ganancias secundarias
Los dolores, las tristezas, las heridas que tanto nos pesan y de las que nos quejamos tienen “ganancias secundarias”. Expresiones como “pobrecito”, “qué vida tan difícil”, “como te toca de duro”, entre otras, reflejan esta idea y nos permiten gozar de ciertos beneficios, como la atención de los demás y la validación de nuestro dolor emocional o mental “incapacitante”.
Desde las ganancias secundarias podemos perpetuar los dolores físicos, emocionales, mentales. Por eso, la idea de ser felices implica dejarlas y perder los beneficios. Pero estas ganancias de la manipulación inconsciente, algunas veces consciente, en el fondo no logran más que generar desequilibrios, desempoderamiento, pérdida de relaciones significativas, entre otras consecuencias.
Es necesario identificar cuándo caemos en estas ganancias y en ese momento hacer el cambio. La mejor forma de conectarnos con el amor real de los demás y hacia los demás es desde la completud, desde la vitalidad, desde la tranquilidad y no desde las enfermedad y la dolencia de cualquier tipo.
El vacío
La idea de ser felices también puede conectarnos con una sensación profunda de vacío y “desaparición”. Imagina que tienes un espejo que te permite reconocerte y que permite que los demás te reconozcan. ¿Qué pasaría si ese espejo desaparece? Eso sería lo mejor que podría pasar, dejar de ser el personaje que representas y convertirte en lo que realmente eres. Sin embargo, la sensación inicial frente a esto es que si el espejo desaparece también tú desapareces. ¿Si ya no eres lo que eras, quién te va a reconocer?, ¿si ya no cumples con las expectativas de los demás, quién te va a querer?, ¿si por fin eres feliz, quién te va a ver?
Esta sensación hace parte del miedo a ser feliz porque pensamos que es mejor seguir en donde estábamos que enfrentarnos a ese falso vacío, que es mejor seguir con la vida a media que desaparecer.
Pero, ten en cuenta que esa sensación de vacío es solo una falsa sensación que hace parte del saboteo y del enganche con la vida que has tenido hasta ahora. Si cambias y eres feliz, si ya no cargas a nadie, ni lo salvas, ni te impones la perfección, ni eres la “persona especial”… vas a empezar a conectarte con la vida plena, tranquila, abundante, amorosa y feliz.
Ahora revisa si alguna de estas causas podría ser la tuya. Revisa si hay otros motivos por los que puede darte miedo ser feliz. Revisa, sinceramente, si tienes miedo a ser feliz.
Recuerda que la felicidad es una decisión que se actualiza cada día. Recuerda que tú decides qué clase de vida quieres… aquí y ahora.