Mi historia de dolor

Conocí el dolor físico en diferentes momentos de mi vida, mi primera crisis con el dolor fue a los 18 años, cuando sin explicación efectiva desde la medicina pasaba largos periodos de tiempo incapacitada por fuertes dolores en diferentes partes de cuerpo acompañados de mucha debilidad, y eso se sostuvo durante casi dos años, cuando cansada de ir de doctor en doctor y no encontrar alivio ni respuestas, retome mi practica de yoga con la intensión de sanar a través de ella. 

Las posturas, las respiraciones, la relajación y la meditación hicieron en pocas semanas lo que meses de medicación no habían conseguido. 

Pude aprender varias cosas:

El dolor es una de las muchas cosas que compartimos como seres sintientes: todos lo hemos sentido o lo sentiremos inevitablemente en algún momento por eso la compasión es esencial.A partir de lo anterior, ese dolor me enseño a no juzgar tan severamente y a comprender desde mi propia experiencia lo abrumador que puede ser y lo difícil de transitar que se torna en medio sus picos.

Aprendí que la sanación sucede cuando asumimos nuestra salud desde nuestro poder, voluntad y compromiso, no cuando descargamos esa responsabilidad en otros (familia, pareja, médicos).

Entendí que el dolor físico viene de los dolores emocionales, de las emociones que reprimimos o negamos, de las cargas ajenas que nos imponemos, de las resistencias que mantenemos, de los miedos que alimentamos, de la obstinación a vivir y confiar en esta vida, de las ganancias secundarias ocultas.

Supe que no hay dolores más grandes o más chiquitos, cada dolor es una escuela personal tan desafiante que lo que se aprenda de el es igualmente grandioso y meritorio. El dolor no se debe comparar.

Comprendí que no hay que esconder o disfrazar los dolores porque se crecen, mutan y ganan poder, lo mejor es atravesarlos por que solo así sanan.
El dolor emocional por su parte, para mi ha venido vestido de perdida y abandono en diferentes momentos de la vida, ese dolor emocional varias veces muto en dolor físico por que no sabía como vivirlo. 

Mi mayor desafío fue aprender a sentir el dolor emocional antes que el físico, por que había aprendido desde pequeña a ser muy muy fuerte y para eso, a no sentir. Y estaba tan entrenada en eso que no me daba cuenta ya que también tenia emociones y que necesitaba vivirlas. 

Ahí aprendí lo primero: que todos necesitamos de las emociones,incluso de las incomodas (tristeza, miedo, rabia) por que nos llevan a la acción, nos dan vida, y ufff si que nos enseñan. Pero como no había sentido antes, cuando me di el permiso, sentí mucho mucho mucho, y ese dolor emocional, acumulado en mi caso, se volvió un bosque espeso, oscuro y denso que me atrapo por buen tiempo, pero encontré la compañía, los maestros y sobre todo el valor y aunque con temor, me lance a atravesarlo. 

Y aprendí lo segundo: el dolor no te mata, aunque parezca, pasa, y vuelves a vivir y a ser feliz. 

Pero también en medio de ese dolor espeso, cuando tenia que seguir con la vida, en el mundo que no había parado para esperarme,aprendí lo tercero: se puede entrar y salir, con consciencia y voluntad, por que yo era la dueña de ese dolor y no al revés. 

Después de un tiempo de permitirme llorar como nunca, estar enojada por lo que lo merecía, y de darme toda la paciencia, el cuidado y la compasión que tenia aprendí que el dolor aunque es muy oscuro, es el escenario perfecto para atestiguar nuestra propia luz interior, y en medio de eso ese bosque se volvió florido, radiante y cálido por que había encontrado partes de mi que no había habitado antes y me estaba haciendo más grande, más fuerte, más bella, más yo. 

Por todo eso y por mucho más te digo: ese dolor va a pasar y se puede aliviar y sanar, desde el perdón y desde el amor, y al otro lado la dicha es real, es posible y verdadera, pero te tienes que atrever.