La víctima más grande está oculta dentro de ti
Jorge Arce Hernández
A menudo escuchamos de las víctimas que sufren acciones violentas en su contra, que les implican dolores físicos, emocionales y mentales. A menudos nos lamentamos por esto y quisiéramos hacer algo para ayudarlas. Pero, sin desconocer que este sea un camino generoso y compasivo (ayudarlas), es necesario pasar por una estación antes de ir hasta allá: dejar de ser víctimas nosotros mismos. Porque, muchas veces en circunstancias diferentes y mucho más favorables y afortunadas, también solemos volvernos víctimas de cualquier cosa, y lo que es peor, en la mayoría de casos nos autovictimizamos. Nadie interviene en eso más que nosotros mismos.
Ser víctimas de cualquier cosa es una de las dinámicas preferidas de nuestra vida: nos hacemos víctimas de las acciones de los demás, del trabajo, del clima, de la situación política, de la congestión en las ciudades, de las personas que no nos quieren, de la vida que es injusta y dura, entre otros temas cotidianos. Ser víctimas implica desempoderarnos, poner el “centro de mando” afuera, en la circunstancias, en los demás. Ser víctima implica conectarnos con que la vida es así, con que no hay nada que hacer, con que fue lo que nos tocó vivir.
Además, cuando eres víctima de cualquier cosa te conectas con cosas como:
- Responsabilizas de lo que te pasa a lo externo (personas, circunstancias, trabajo, falta de plata, clima…)
- Usas tu poder para procurarte “tranquilidades externas” a lo que te pasa. Buscas calmar tu ansiedad o tu sensación de vacío con comida, relaciones, plata, viajes, éxito, ayuda a los demás.
- Te haces leal al sufrimiento y la infelicidad de los demás, de tu familia principalmente. Y repites las historias.
- Piensas que la vida es dura y requiere sacrificios.
- Crees que solo con trabajo duro se consigue lo que quieres.
- Sientes que no eres capaz o no eres suficiente.
- Te bloqueas antes lo que te sucede y no encuentras el camino de salida.
- Pierdes confianza en lo que eres o en lo que puedes hacer.
- Dudas de tus sueños y de tus metas.
- Te conectas con la rutina de la queja. Ves el vaso medio vacío.
- Te quedas en las ganancias secundarias de las enfermedades físicas, en el lugar seguro que ellas representan, en el “yo no puedo”, “tengo tal enfermedad” “¿qué puedo hacer?”. Te autoincapacitas como parte de volverte víctima. Y no es que no exista la enfermedad, pero tienes muchas más herramientas y salidas que las que quieres ver.
Todo esto no es más que una consecuencia de la autovictimización, de hacerte víctima de cualquier cosa y dejar que el mundo se de vueltas a su antojo. Sobre esto, lo primero que debes tener en cuenta es que no es algo que elegiste libremente o que se te ocurrió espontáneamente una mañana al despertar. Hay varias causas que te llevaron a engancharte con este papel de víctima:
- Las creencias familiares, sociales, culturales y religiosas que permean tu vida y la dirigen a su antojo.
- Las herencias familiares, las cargas ancestrales que ni siquiera conoces, pero que te determinan.
- Las heridas de la infancia que no has sanado.
- El personaje que has asumido toda tu vida creyendo que ese eres. Las máscaras y las armaduras que te pusiste.
- El guión de vida que has seguido hasta ahora a partir del personaje, de las creencias y de las herencias familiares.
- Los patrones, modelos, ejemplos que tuviste durante tu vida. Lo que se implantó en ti tan profundo que generalmente no lo ves.
Ahora, está en tus manos dejar de ser víctima de cualquier cosa. Para eso, ten en cuenta lo siguiente.
- Reconoce que ser víctima es solo una opción y que puedes tomar otra diferente. Recuerda que la vida no es la que te tocó o la que te dijeron. La vida es lo que quieras que sea, aquí y ahora.
- Reconoce el daño y el dolor que te causaron las personas, situaciones y circunstancias que has vivido. Cualquier cosa que te haya pasado que generé algún tipo de dolor te puede encadenar a la victimización. El segundo paso para dejar de ser víctima es reconocer el dolor y no quedarse metido en él. No se trata de ignorar lo que te ha pasado, pero tampoco de quedarte en eso. Puedes decir frases como: “reconozco el daño que me hiciste”, “reconozco el dolor que me causó lo que pasó”, “reconozco el dolor y avanzo”, “reconozco el enojo, la tristeza, el miedo… y me libero”, “dejo de ser víctima”, entre otras.
- Ve hacia adentro. Baja el volumen de tu mente, sin pelearte con ella. Haz de tu mente tu aliada, comprende que lo que hace es defenderse, así que no la ataques. No la dejes convencerte de desistir, no la dejes llenarte de culpa o de ansiedad. Respira, medita.
- Lleva poco a poco el centro de mando hacia adentro. Tienes el poder de construirte la vida que quieras, depende de ti. Y sobre lo que no depende directamente de ti tienes el poder de decidir de qué forma asumirlo. Nada de lo que ha pasado en tu vida tiene la fuerza para determinarte, así lo parezca. La verdadera fuerza está en ti y en la capacidad de autodeterminarte.
- Reenciende tu fuego, reconéctate con tu poder. Seguramente lo has usado muchas veces para lo que no es: para salvar a otros, para echarte encima cargas que no son tuyas, para sobreexigirte, para construirte una imagen de reconocimiento, para guardar tus emociones, para construir un mundo mental, entre otras causas que lo que logran es apagar tu fuego.
- Revisa las creencias que tienes sobre la vida, el amor, el dinero, el trabajo y todo lo demás. Aquello en lo que te enfocas es en lo que se convierte tu vida. Identifica, date cuenta, cambia tu enfoque. Enfócate en lo que quieres y no en lo que te tocó. Observa cuándo una creencia limitante aparece. Ten en cuenta que en cada situación de incomodidad, intranquilidad, frustración y zozobra es probable que esté presente una creencia que te limita.
- Concéntrate en el instante presente, que es el único momento y lugar en el que dispones de tu poder y todas tus herramientas para ser feliz. El poder no es ayer ni mañana sino el instante presente. En ese instante presente sucede lo más importante de tu vida, lo único que tienes y lo único que eres.
- Lo que te completa no está afuera. No eres una pieza de rompecabezas que tiene que buscar otras para completarse. No hay nada que completar. Solo tienes que cambiar la mirada de afuera hacia adentro. Tus herramientas estarán completas cuando hagas varias cosas importantes:
- Ser consciente de lo que te limita, de las heridas sin sanar, de los bloqueos y saboteos, de lo que crees que eres pero es solo una creencia, de la autovictimización.
- Liberarte de todo lo que no te corresponde, quitarte las cargas que no son tuyas, romper con las lealtades a los sufrimientos, tragedias e infelicidades de tus ancestros.
- Reconectarte plenamente con la vida, con la fuente de la vida, con tu madre tierra y con tu padre cósmico.
- Reconectarte y habitar tu energía femenina sana y tu energía masculina sana. En el equilibrio hay una clave muy importante para tu vida.
Recuerda siempre que este proceso de dejar de ser víctima no sucede de la noche a la mañana y que depende de ti. Es necesario que crees hábitos sanos alrededor de la energía, de las creencias, de las emociones, de tu cuerpo, de las relaciones… Es necesario que hagas cada día lo que te corresponde para cambiar la vieja vida por una nueva y maravillosa vida, día por día. Depende de ti y por eso si no lo haces tú no sucede. Algunas veces necesitarás alguna ayuda externa temporal. No dudes en hacerlo, como un auto que necesita un empujón para arrancar.
Aunque inicialmente ser una víctima no fue tu elección, ahora que lo sabes y eres consciente de lo que significa y te causa, sí es tu elección continuar en ese mismo camino o cambiarlo por uno nuevo.
*Todo lo anterior lo fui encontrando a través de mi práctica profesional y de mi proceso de desarrollo personal. Por eso, hoy trabajo con lo que llamo Los ejes de la vida, una propuesta de transformación integral, que entre otros temas trabaja en romper el círculo de la autovictimización. Si quieres más información contáctame.