Las clases de amor

Aunque parezca que hay varios tipos de amor, en realidad solo hay uno (aunque la forma cambia según el tipo de relación). Tal vez los demás no deberían llamarse amor, aunque así suceda. Tal vez todas las formas de amor que parecen amor no lo sean realmente. Tal vez es necesario encontrar el camino al amor, más allá de las creencias, los guiones y los patrones que seguimos en nuestras relaciones. Y para eso es necesario ser conscientes, darnos cuenta de lo que vivimos ayer y hoy y de qué tanto se acerca o se aleja de lo sano, cómodo, abundante y feliz.

¿Cuál ha sido tu clase de amor?

 El amor de telenovela

La base de las relaciones del amor de telenovela es el drama, el sacrificio y la inestabilidad. Aquí están los hombres y las mujeres que sufren por amor, que tienen la creencia de que entre más difícil más amor. Estas relaciones terminan convertidas en grandes dramas con apasionaos romances que se vuelven apasionados sufrimientos.

La relaciones en el amor de telenovela son conflictivas. En la base de la dinámica amorosa está el dolor, los momentos duros, el agobio emocional, la insatisfacción y el “aguante”.

Tan fuerte es la creencia sobre este tipo de amor que en muchas ocasiones ni siquiera cabe la pregunta de si es sano o no, de si es el mejor camino o no. Simplemente se asume que así es. Y entonces el amor difícil y sacrificado se vuelve “normal”. Incluso se puede desconfiar de un tipo de amor diferente. Por ejemplo, alguien que ha vivido el amor desde esta perspectiva puede sospechar de un amor tranquilo: “¿será esto amor?

Algunas frases que se puede decir o pensar desde el amor de telenovela: “aunque sea duro, esto es lo que corresponde”, “la paso mal pero lo quiero”, “el amor está lleno de sacrificios, “me sacrifico por ella o por él”, “nos llevamos mal pero nos queremos”, “si no duele no es amor, “no confió en él o en ella pero hay mucho amor”, “me maltrata pero se que me quiere”, “lo comprendo”, “lo importante es él… o ella”, “el sacrificio tiene recompensas”, “me aguanto porque lo quiero”.

El amor de cuento de hadas

Este es el amor idealizado, el de los príncipes y las princesas. Un amor que no es posible más que en los cuentos de hadas, pero con el que muchos se ilusionan y, como consecuencia, se desilusionan.

En el amor de cuento de hadas el hombre o la mujer son puestos en el pedestal de la idealización. Es un ser perfecto, “el que espero o he esperado toda mi vida”. Cabe aclarar que como parte del enamoramiento hay un momento en la relación en que nos idealizamos mutuamente, pero, con el tiempo, esto debe dar paso al amor real e imperfecto. El problema es que en ocasiones no se da esta transición. El resultado es el mismo que se da cada vez que pensamos que algo es perfecto: no lo es, no es posible, y en consecuencia nos agotamos, nos exigimos, nos “estrellamos” y “morimos” en el intento.

Cuando se cree que una persona es perfecta se pone un vara muy alta a la que, por más esfuerzo, no se puede llegar. Se crean expectativas irreales que terminan en frustración, en decepción y en la sensación de no recibir lo que esperábamos.

Algunas frases desde el amor de cuento de hadas: “estoy esperando que llegue la mujer o el hombre correcto”, “él es perfecto, tal como lo soñé”, “es mi príncipe azul”, “no me dio la talla”, “para que un hombre o una mujer sea mi pareja tiene que ser mejor que yo (que ya soy perfecto), “ninguno cumple mis expectativas”, “siempre me decepcionan”, “no ha nacido el hombre o la mujer para mi”.

El amor rompecabezas

Desde esta clase de amor la tarea es completarnos, como se completa un rompecabezas uniendo las fichas. En el rompecabezas cada ficha se une con la que le corresponde de acuerdo a la forma. En el amor de rompecabezas cada persona se conecta con la que le devuelve la imagen que espera, con la que le permite seguir con la creencia sobre el amor o cumplir el guión impuesto sobre cómo debe ser el amor y las relaciones. Por ejemplo, una mujer que cree que está bien que el hombre sea dominante se encuentra con un hombre que cree que está bien que la mujer sea sumisa.

Esta clase de amor parte de la idea de que nos falta algo, de que necesitamos algo que no tenemos. Pone afuera el control de la vida y la plenitud. La pone en los otros, los que nos completan y nos dan lo que no tenemos. Una sensación permanente desde el amor de rompecabezas es que no podemos vivir sin esa persona, porque como se convierte casi en nuestra mitad, ¿qué sería de nosotros si nos quedamos a medias?

Esta clase de amor nos enfrenta también con las repeticiones, porque como ficha de rompecabezas tenemos una forma en particular (a partir de cómo moldeamos y fue moldeada la idea del amor en nosotros) y esa forma siempre se va a encontrar con otra que corresponda a los que somos.

Algunas frases desde esta clase de amor son: “es igual a mi papá o a mi mamá”, “es mi media naranja”, “siempre me los consigo igual”, “sin ti no puedo vivir”, “si tu te vas me muero”, “eres mi complemento”, “tú me haces feliz”, ”eres mi otra mitad”, “somos uno”.

El AMOR

El amor es el encuentro de dos personas completas e imperfectas que no se necesitan. Es el encuentro de dos personas que deciden compartir su vida, pero que también podrían no hacerlo e igual estarían bien.

Desde el amor, los hombres y las mujeres miran primero hacia adentro, se aman, se aceptan, se comprenden y se encargan de construir la mejor vida para ellos. Y ahí se encuentran con alguien que los acompaña en esa buena vida.

Desde el amor cada persona recibe a la otra tal como es, con sus maravilloso dones y sus limitaciones. Aquí no hay intento de cambiar al otro, no hay sacrificios en nombre del amor ni idealizaciones. Y como no es perfecto, hay espacio para conflictos y dificultades, pero la mirada no es desde el sufrimiento sino desde la resolución.

Desde el amor se dice: “yo puedo estar sin ti, pero quiero estar contigo”, “me gusta estar contigo, pero también me gusta estar conmigo”, “no estoy contigo para ser feliz”, “estoy contigo para compartir mi felicidad y compartir la tuya”, “el amor no es sufrimiento”, “no me sacrifico por amor”.

Jorge Arce Hernández