No eres el personaje que crees, eres mucho más
Imagina a un actor que se convierte en un personaje, se aprende un guión para subir al escenario y escenificar una obra de teatro. Ese actor se maquilla, se pone un vestuario particular, se aprende lo que debe hacer en el escenario, lo que debe decir, asume actitudes, aptitudes, una mirada del mundo. Se convierte en alguien que no es, pero que, si es buen actor, parece que lo fuera y de esa forma lo reconocen quienes lo ven.
Esto es lo mismo que nos pasa a todos: asumimos un personaje, nos aprendemos un guión, nos ponemos un disfraz y una máscara y desde ahí vivimos y nos relacionamos con el mundo. Y, como pasa con el actor, tampoco somos ese personaje, aunque parezca que sí. Para explicar por qué y cómo sucede esto, es necesario llevar la atención a la infancia (aunque asumir un personaje también tiene relación con herencias familiares).
Claudio Naranjo dice que nuestras peores frustraciones son las amorosas. Y la primaria está en la infancia, cuando, de una o de otra manera, tenemos heridas que nos marcan y nos obligan a salir al mundo a buscar el amor que creemos que nos hizo falta, que nos desempoderó o que no fue como necesitábamos. Algunas heridas de amor de la infancia se relacionan con:
- La desconexión de las figuras protectoras y el abandono que toma muchas formas, desde la muerte hasta una desconexión intencional.
- La sobreprotección, que ahoga, asfixia, limita, desempodera, atemoriza.
- El desamor manifiesto, que lleva a la idea que no ser merecedores de amor.
- La sobreexigencia, que lleva a pasar por encima de las propias necesidades y a conectarse con el falso ideal de perfección.
- La infancia recortada, cuando es necesario volverse adultos antes de tiempo para asumir responsabilidades que no corresponden.
- El espejo que desvaloriza, cuando la mirada de los adultos está atravesada por desvalorización, el señalamiento de defectos o errores, entre otros.
A partir de estas heridas se genera una especie de vacío, una carencia, la sensación de que algo falta. Para sobrevivir a esta sensación, y algunas veces a la vida misma, nos ponemos un disfraz, asumimos un guión y nos convertimos en un personaje.
Imagina que un día, en tu infancia, te encuentras frente a un gran armario. Al abrirlo encuentras 9 percheros con disfraces, sombreros y máscaras. Al verlos piensas en cuál de ellos te servirá para sobrevivir, para “salvarte” del vacío, de las heridas de amor. Y con el tiempo eliges uno. A partir de ese momento, en el que te creíste a salvo, te dedicas a representar ese personaje de tal forma que así te reconoces cuando te ves en el espejo y así te reconocen los demás.
No importa la infancia que tuviste. Pudo ser horrible o maravillosa, siempre hay heridas de amor, profundas o sutiles, evidentes o no, que te llevan a asumir ese personaje, que no es más que tu tipo de carácter. En otro texto les hablaré con más profundidad de la herramienta con la que trabajo esto: el Eneagrama y de los diferentes tipos de carácter.
Ten en cuenta que una de las razones que hace que ese personaje se aferre o que tú te aferres a él es el reconocimiento. Es decir, siendo ese personaje te has asegurado el reconocimiento y el amor de los demás. Y el miedo es que si lo dejas, te dejen de ver y de querer. Pero el verdadero reconocimiento no es por lo que aparentas ser sino por lo que realmente eres, por lo que está detrás de la máscara. El amor real se mantiene por encima de lo que sea, incluso que te transformes. En cambio, el amor que no es real se diluye con una brisa suave.
Sobre este personaje que has representado es importante que tengas en cuenta algunas cosas:
- Recuerda que no eres el personaje. Es solo una forma que encontraste para sobrevivir y escaparte de las heridas de amor. Y si no eres el personaje, puedes dejar de vivir dentro de él. Como el actor que se quita el disfraz y sale del teatro. Este es un proceso valiente de confrontación amorosa, identificación y liberación.
- Empieza a identificar el guión que sigues en tu vida. Identifica qué es lo que rige tu vida, qué la dirige, qué te limita, qué es lo que te dices sobre la vida, el amor, el trabajo, el dinero, la salud… Para ti, ese guión es como el guión del actor, te dice todo lo que debes hacer, te marca el camino y los movimientos de tu vida, te señala las creencias y la forma de ver el mundo. Y así como no eres el personaje tampoco es ese el guión que debes seguir. Primero identifícalo, después podrás empezar a crear uno nuevo, el tuyo.
- Revisa cuáles son las razones por las que los demás te reconocen. ¿Qué dicen de ti? ¿Cómo te describen? ¿Qué es lo que tu personaje gana siendo como es? ¿De qué forma te reconocen? Este ejercicio empieza a poner tu mirada en “las obligaciones” que tienes en tu vida, los mandatos que tu personaje cumple según sus características particulares. Por ejemplo, la obligación de ser bueno, la de salvar a los demás, la de la perfección, la del éxito, la de la riqueza intelectual, la del sacrifico, la de ser fuerte, la de ser especial, entre otras. Recuerda que la única obligación que tienes es ser feliz. Todas las demás son consecuencia de tu personaje. Esto no quiere decir que no puedas ayudar a los demás, que no puedas tener generosidad, que no tengas fortaleza…, pero una cosa es hacerlo por elección y otra por obligación, para tener algún tipo de reconocimiento.
- Ten presente que el vacío, la necesidad, la herida interior (como prefieras llamarla) no se resuelve afuera, no se llena con trabajo, relaciones, dinero, éxito, viajes, comida, reconocimiento etc., que es a lo que se dedica el personaje. La única forma de sanar, de llenar, de satisfacer (como quieras llamarlo) es mirando hacia adentro para conectarte con tus herramientas, con el amor genuino y con lo que eres.
- Los primeros pasos para salirte del personaje son:
- Tener claro que eres mucho más de lo que parece, que hay un personaje que te enmascara y te organiza la vida. Esto te ayuda a dejar el piloto automático y a tomar las riendas de tu vida.
- Empezar a identificar las características del personaje en tu vida cotidiana.
- Agradecerle a ese personaje porque en algún momento te ayudó a sobrevivir. Pero como de lo que se trata es de vivir y no de sobrevivir, ya no lo necesitas más. Pero recuerda que los cierres, las despedidas y los cambios suceden desde al agradecimiento y el amor.
*Dentro de mi propuesta de transformación integral llamada Los ejes de la vida trabajo con herramientas para reconocer el personaje, empezar a desinstalarlo y encontrarte con todas tus potencialidades. Si quieres más información, contáctame.
Jorge Arce Hernández