Eres más que lo que perdiste

El último año de mi vida ha sido intenso, he «perdido» varias «cosas». Mis planes, relaciones y sueños enfrentaron grandes desafíos y en la mayoría de las circunstancias cambiaron completamente. Tuve que enfrentarme a las experiencias de perdida más fuertes de mi vida hasta ahora.

En esos momentos varias veces sentí dolor, fracaso, soledad, abandono, vacío, miedo, incertidumbre, vergüenza, culpa… etc. Caí en la victima: ¿por qué a mi?, ¿que fue lo malo que hice?, ¡que injustos los otros! ,¡que injusta la vida!, ¡todo es mi culpa!, ¡es culpa de fulan@!, si hubiera o no hubiera…, ¡que dura es la vida!, etc.

Vi lo que pasaba con tanta crudeza que el dolor me hizo sentir que nada tenia sentido, que para qué continuar, que se había desmoronado todo y tenia que volver a empezar pero ¿con que fuerzas?.

Y en medio del dolor de esas ‘perdidas’, llorando lo que tenia que llorar, permitiéndome el enojo, creando el espacio para sentir la ‘perdida’, el ambiente se fue despejando, como tras un aguacero, que queda un aire fresco y limpio.

Y más que nunca antes en mi vida pude experimentar y comprender que no era lo que había perdido, aunque así lo había sentido (como si me hubiesen amputado partes muy mías), y luego con certeza pude saber que soy más, mucho más que lo que había perdido. 
Las experiencias de perdida:

Nos permiten crear espacio, como la lluvia que arrasa con los contaminantes del aire. Las perdidas son tormentas que nos despejan y limpian el camino.

Nos desenlazan de todas las etiquetas limitantes, muchas veces autoimpuestas, de lo que somos, la vida que tenemos, la forma que amamos, los sueños que anhelamos. Perder algo o alguien es vernos diferente, y eso es bueno.

Nos invitan a la reinvención, la transmutación y la creatividad. Tras el shock, poco a poco, tomamos las partes y nos vamos rearmando mejor.

Nos recuerdan lo que si somos, porque aunque parezca que eramos esa relación, esos amigos, ese trabajo, esa casa, no lo somos. Somos una llama viva que vino a consumir la vida, a vivirlo todo, a experimentar, a aprender en todos lo escenarios posibles, en todas las circunstancias disponibles.

Nos recuerdan lo que no somos: no somos la relación, el trabajo, la casa, el país, la profesión que tenemos. No somos los limites de las circunstancias dadas. No somos arboles que permanecen plantados en el mismo lugar.

Por todo eso, agradece a eso que perdiste por que te recordó que eres mucho más, y porque ahora hay espacio para que la nueva visión surja y tome forma, y seas más y mejor eso que si eres.