Cuando aparece el mal
Realmente creo en que la mayoría de las personas en el mundo son buenas, más allá de lo que los medios quieran hacernos pensar con sus bombardeos cotidianos e intensivos ‘informando’ sobre un planeta ‘cada día peor’.
Y me baso en el hecho de que solo un diminuto porcentaje de las personas que me he encontrado en el camino han querido con intensión, decisión y propósito dañar a otros.
Entonces, cuando aparece el mal, que pasa algunas veces en la vida, ¿qué podemos hacer?
Los conceptos de bien y mal son tan subjetivos, personales, y relativos que cambian en las familias, las culturas, las religiones y los individuos. Surgen del paradigma mítico en el que hay premios a la buena conducta y castigos a la inapropiada. Implican un error intrínseco al ser (pecado original) y encasillan la profunda complejidad humana en una noción limitante, empobrecida y deshumanizada.
Por eso vale la pena resignificar los conceptos de bien y mal, e instalarse en un paradigma más dignificante: el del acierto y el error, desde el que comprendemos que todos hacemos siempre lo mejor que podemos, con lo que sabemos, y de acuerdo a los recursos con los que contamos.
Encontramos paz, cuando miramos a los otros más allá de lo ‘buenos’ o ‘malos’ que juzguemos subjetiva y limitadamente sean, y nos percatamos que todas sus acciones son manifestaciones de la búsqueda de la verdad y del amor, que a veces ejercen a través el dolor.
Y participamos responsablemente, cuando recordamos que los ‘malos’ aparecen en nuestra vida por que los necesitamos (los creamos) para enseñarnos cosas de nosotros mismos que debemos sanar, trascender o replantear, es decir, vienen a servirnos para ayudarnos a crecer, entonces, no son tan malos.