La culpa te estanca
Andrea Jaramillo Hernández
La culpa es una manera muy común de estancarte, de no aprender ni cambiar. Es una invención muy personal en combinación con todo el ruido social, cultural, religioso y familiar (de los deberías y no deberías, de los tienes y no tienes, de lo correcto y lo incorrecto, de lo bueno y lo malo.)
La culpa te hace perder todo el poder sobre tu propia vida, te victimiza o te sataniza, y quedas encadenado a aquello de lo eres culpable o a quienes culpas (la pareja, el sistema, los políticos…), por elección propia.
Brené Brown define la culpa como el sentimiento o la experiencia dolorosa de creer que fallamos y por ende no somos merecedores de amor, conexión y pertenencia. La culpa no es productiva ni útil, es una fuente destructiva y dolorosa, y esa desconexión nos puede hacer peligrosos.
En cambio, la responsabilidad es digna y amable. Eres responsable de ti y de tu vida. Tienes la habilidad de responder ante todo lo que ocurra, porque además dentro de ti están las herramientas, las capacidades y la sabiduría para enfrentar lo que sea. Y el poder es tuyo, de nadie más, a menos que así lo prefieras, e igual sería tu elección.
Y en el panorama de la responsabilidad, todo lo que te sucede hace parte del bondadoso sendero de la vida: experimentar, aprender, transformarse. Una y otra vez. Y los otros, amigos o enemigos, llegan para ayudarte a hacerlo, y entonces, aunque te cueste trabajo, puedes agradecerles, pues te muestran partes de ti que desconocías. Al verlas puedes sanarlas e integrarlas.