Ser mujer
Andrea Jaramillo Hernández
Descubrir la naturaleza intrínseca que fluye a través de nosotros es un camino largo y muchas veces evitado o vivido sin conciencia. Observarnos, reconocernos y recordarnos más allá de los juicios, las máscaras y las etiquetas, resulta inmensamente gratificante, pero también implica sacrificios, confrontaciones y procesos de sanación que pueden ser largos.
Nos encontramos haciendo transiciones evidentes tras un gran periodo de tiempo en el que la conquista del mundo, el desarrollo de la ciencia y la tecnología, el avance en el pensamiento crítico, fueron predominantes. Así, vamos transitando hacia nuevas formas de encuentro con los otros y el planeta, desarrollando y abriéndonos a lo que está más allá de la razón, recordando el cuerpo y la tierra, lo espiritual y el cielo. El desafío está en ir equilibrando esos opuestos y encontrar los puntos medios para verdaderamente avanzar.
El recorrido humano por la historia no solo nos ha llevado a construir un mundo concreto, un sistema y una civilización, sino que ha implicado nuevas formas de vernos y ver el universo, nuevas maneras de entendernos y de entender la vida, nuevas visiones, nuevos paisajes que creamos y recreamos juntos. Y hoy disfrutamos de una visión más amplia y diferente que no tuvimos antes, y que se ha dado gracias a lo transitado.
Dentro de esto, como lo describe la historia, los roles de hombre y mujer han ido variando, ajustándose a las necesidades geográficas, climáticas, culturales y religiosas, principalmente en la búsqueda de la supervivencia. Y aunque en la historia reciente encontramos cómo este periodo de crecimiento y expansión dio un tipo de predominio al hombre y a las fuerzas masculinas, generando logros, limitaciones y aprendizajes, ahora la vida nos plantea un reencuentro con lo masculino y lo femenino como una totalidad, como una danza constante de energías que se sostienen mutuamente y que nos da la oportunidad de revisar y recrear la expresión de nuestra naturaleza con más libertad, espontaneidad y conciencia.
Por otro lado, la construcción de nuestra entidad como mujeres en este momento histórico puede habernos conducido a olvidar algunas o muchas de las expresiones naturales de nuestra feminidad, lo que nos ha llevado a rechazar aspectos fundamentales para vivir en plenitud. Por ejemplo, es muy usual que nos agobiemos cada mes con la llegada de ciclos menstruales dolorosos; que la maternidad sea vista más como un carga que como una etapa vital de disfrute y crecimiento; que los senos sufran las consecuencias del cáncer; que incluso la sensualidad y la sexualidad femenina sean vividos con vergüenza y que, además, ese equilibrio natural interno requerido para ser felices se desborde dándole poder a lo masculino a costo de lo femenino.
Nuestros cuerpos hablan sobre los bloqueos, los miedos y las heridas que necesitan ser reconocidas y sanadas para recrearnos con libertad y totalidad. Los desafíos que enfrentamos están en mirarnos con ojos verdaderamente amorosos a nosotras mismas, más allá de los recuerdos o de los prototipos que nos limitan; en disfrutar nuestro cuerpo y la fuerza creativa, sexual y sensual que en él late, como arte, como vida, como vehículo de la divinidad, la realización y los vínculos. Es tiempo de recordar ese segundo corazón (nuestro útero) que late y guarda el poder de gestar, de crear/criar… ideales, proyectos, sueños, relaciones, seres humanos; de aprehender nuestra capacidad de conectar, unir y abrazarnos a nosotras y a los otros, reconociendo, respetando y disfrutando nuestros ciclos, que a veces no concuerdan con las exigencias y los afanes rutinarios, pero que representan oportunidades muy poderosas de soltar, sanar y recordar lo más importante para cada una.
Es el momento de conectarnos con total conciencia con esa fuerza creativa, generadora y nutridora que está en nosotros esperando ser despertada y canalizada, y que nos permitirá sanarnos en cuerpo, mente y alma, siendo verdaderos canales de amor para nosotras y el mundo, en gozo y disfrute.
Algunas ideas:
1. Permítase un ciclo menstrual tranquilo, de quietud, privacidad y silencio. Evite la medicación como un mecanismo de huida. Reciba y observe todas las emociones y síntomas físicos para hacerse cargo.
2. Realice actividades físicas de acuerdo al momento del ciclo femenino. En el momento de la ovulación, aproveche la vitalidad y energía; y durante la etapa premenstrual y menstrual realice ejercicios muy suaves o ninguno.
3. Durante la menopausia, realice actividades que permitan la producción hormonal natural del cuerpo, evitando así el consumo de hormonas artificiales. Aproveche la activación y estimulación que brindan técnicas como el yoga, para regular la función hormonal durante esta época, haciendo uso de las opciones naturales para mantener la salud.
4. Reconéctese con su cuerpo a través de la observación, del movimiento, de la quietud con disposición amorosa. Mirar, tocar, amarnos tal cual somos…
5. Medite con la intención y la atención en el útero, observando su latido al ritmo del corazón y la vitalidad energética que permite crear y gestar.
Y Dios me hizo mujer,
de pelo largo, ojos,
nariz y boca de mujer.
Con curvas
y pliegues
y suaves hondonadas
y me cavó por dentro,
me hizo un taller de seres humanos.
Tejió delicadamente mis nervios
y balanceó con cuidado
el número de mis hormonas.
Compuso mi sangre
y me inyectó con ella
para que irrigara
todo mi cuerpo;
nacieron así las ideas,
los sueños,
el instinto.
Todo lo que creó suavemente
a martillazos de soplidos
y taladrazos de amor,
las mil y una cosas que me hacen mujer todos los días
por las que me levanto orgullosa
todas las mañanas
y bendigo mi sexo.
Poema de Gioconda Belli, poeta nicaraguense